NO DEJES QUE ACABEN CON ELLA

jueves, 2 de diciembre de 2010

PANTALLA DE SANGRE "10 DE RILLINGTON PLACE"

 
CINE PARA PASARLO DE MIEDO
 "10 DE RILLINGTON PLACE"

Si bien muchos recuerdan algo mal a Richard Fleischer (1916-2006) por sus últimas y deplorables películas (Amityville 3-D,  y una tal Million Dollar Mystery) y otros lo recordamos mas que bien por sus películas de ciencia ficción y fantasía (20000 Leagues Under the Sea, The Vikings, Fantastic Voyage y Soylent Green por dar algunos ejemplos), lo cierto es que podemos afirmar que sin lugar a dudas fue uno de los grandes directores de cine del Siglo XX. Arranquemos por el dato que el único Oscar al que fue nominado y que ganó fue como productor en 1947. O sea que reconocimiento tuvo poco y nada. Pero sus películas siempre fueron muy sólidas técnicamente y eso es algo que algunos pocos apreciamos más allá de si es material para Oscars y otros premios.

Richard Fleischer


Dirigió en todos los géneros habidos y por haber en su época, y yo rescato en particular sus películas filmada en los años '70s. Si bien podríamos ubicar a The Boston Strangler (1968) como el inicio de su mejor época y de la que daré cumplida reseña en el futuro. Luego, entre otras cosas, co-dirigió Tora! Tora! Tora! (1970), incursionó en el terror con See No Evil (1971) con Mia Farrow, hizo la gloriosa Soylent Green (1973) con Charlton Heston, Mr. Majestyk (1974) con Charles Bronson en una de sus mejores películas, The Incredible Sarah (1976) con Glenda Jackson como la actriz francesa, pionera del medio, Sarah Bernhardt y cerraría la década con The Jazz Singer (1980) con Neil Diamond.



Pero hubo una película que dirigió en 1971 que es una joyita y quería compartirla con ustedes. Se llama 10 Rillington Place y está protagonizada por un muy jovencito John Hurt, un irreconocible Richard Attenborough para quienes lo conocieron recién cuando participó en Jurassic Park y una rubia llamada Judy Geeson quien también, si alguien se acuerda de ellas es más que nada por su papel como la vecina en la serie Mad About You, y era una más de muchos actores conocidos en The Eagle Has Landed (1976).

John Hurt

Es un título, de aspecto claustrofóbico, en el que además de la perfecta construcción del exigible suspense, se critica el funcionamiento de la justicia, la validez de la pena de muerte (que sería abolida tras la ejecución real de Evans) y se retrata parte del ambiente obrero del Londres de la posguerra.

Judy Geeson

Basada en un hecho real, se trata de una magnífica adaptación de una novela de Ludovic Kennedy, escrita para el cine por el guionista Clive Exton, con unas excepcionales interpretaciones de John Hurt y Richard Attenborough, genial en su serena actuación.

Richard Attenborough

Pocas películas de cuantas se rodaron en los primeros setenta, pueden ser tan incómodas, tan ausentes de asideros de cara al espectador, y al mismo tiempo tan fieles al relato que narran. 
Fácil sería aducir el recuerdo de THE BOSTON STRANGLER (El estrangulador de Boston, 1968), pero más pertinente resultaría invocar aquí la más lejana en el tiempo COMPULSION (Impulso criminal, 1959) –títulos excelentes-.

Clive Exton

En ambos casos nos encontramos con crónicas de índole criminal, perpetradas por seres de mentalidad quebradiza o desequilibrada, revelando a través de sus actos condenables las grietas, lagunas y sombras de un contexto social aparentemente en orden. En este sentido, el título que nos ocupa tiene un elemento de alcance aún más marcado en dicha vertiente; se desarrolla en un entorno degradado y nada complaciente. 

Ludovic Kennedy

Un rincón adusto, impersonal, gris y hasta polvoriento y descuidado de un barrio londinense. Ese 10 de Rillington Place que desde hace bastantes años habita el matrimonio Christie, cuyo esposo John Reginald (un magnífico Richard Attenborough) ha participado en la II Guerra Mundial, padeciendo molestos dolores de espalda. Sin embargo, las intenciones de Fleischer están marcadas desde los primeros instantes.



Tras unos créditos y un rótulo avisando de la veracidad de los acontecimientos que vamos a presenciar, en apenas unos minutos nos revelará la patología criminal del protagonista. Ante nuestras imágenes y casi sin darnos tiempo a asentarnos en la película, asistiremos impertérritos a uno de los asesinatos de Christie, con una planificación sobria y asfixiante que no abandonará el conjunto del relato.



No tenemos duda de la culpabilidad y la personalidad psicopática del protagonista. Lo que nos propone a continuación es una visión desencantada y nihilista de la propia condición humana, tomando como víctimas inocentes al joven matrimonio Evans.



Una joven y presumiblemente apresurada pareja, que representan el infeliz y fantasioso Timothy (John Hurt) y la amargada Beryl (Judy Geeson). Ambos caerán, en su ingenuidad e infelicidad –son padres de una niña e inesperadamente ella se quedará embarazada sin desearlo-, en las intenciones maquiavélicas del monstruoso protagonista.




Ella por acceder a ser sometida a un hipotético aborto que finalmente le permitirá ser presa fácil de este, y Timothy cayendo en la trampa que le tiende el propio criminal, y al mismo tiempo tomando en su contra su inveterada costumbre de fantasear, que le llevará incluso a sufrir finalmente la acusación del asesinato de su esposa y su propia hija, a quien este adoraba y que ha sido estrangulada por el propio Christie con una de sus corbatas.



En ocasiones se ha argumentado que 10 RILLINGTON PLACE se erige como uno de los alegatos más contundentes que el cine ha ofrecido en contra de la pena de muerte. Pero en las intenciones de Fleischer figuraba en primer término el reto de ofrecer un relato frío y austero –incluso los tonos de la fotografía en color están dominados por su lividez-, y que precisamente a partir de esa misma incomodidad que plantea, fuera trasladada al espectador, logrando con ello ofrecer un elemento revulsivo. Ciertamente lo consigue.



Fleischer no busca el recurso a la eficacia de la intriga. Deliberadamente obvia cualquier elemento sorpresa –y para ello contó con la inapreciable colaboración de Clive Exton, quien años atrás ejerciera como coguionista de la memorable adaptación que Karel Reisz ofreció en 1964 de la obra de Emilyn Williams NIGHT MUST FALL –que también se caracterizaba por la ausencia de intriga en sus fotogramas-.



En bastantes ocasiones, sobre todo en su segunda mitad, la elipsis evitará al espectador tener que asistir a algunos de los momentos más espeluznantes de la historia –el estrangulamiento de la pequeña, el propio asesinato de su esposa, cuando esta en un comentario lleno de hartazgo le señala sutilmente que está al tanto de su personalidad enferma-.



Pero ello no impedirá que dejemos de sentirnos desesperanzados y sobrepasados por una historia en la que, finalmente, no parecen existir personajes positivos por ningún lado. En este sentido, no se puede circunscribir esa visión a su asesino protagonista.



La galería humana que pueblan las imágenes del film, muy bien punteado por la partitura de John Dankworth- es realmente pavorosa, y se extiende desde los habituales a las tabernas, los propios albañiles que acuden a renovar el vetusto edificio donde reside Christie, o la propia visión de los representantes de la ley o el estamento judicial.



Hay en la mirada del director un componente profundamente desazonador que, cierto es reconocerlo, se encontraba presente en su obra de aquellos difíciles años setenta, claramente dominada –como la de tantos otros directores de sus características-, por casi inevitables desajustes.



En este sentido, hay que admitir que nos encontramos ante una apuesta muy personal, en la que esa implicación y al mismo tiempo rigor con que se tomó la puesta en marcha de su puesta en escena, en numerosos momentos apuesta por la aplicación de zooms e incluso grandes angulares, es indudable que logran en algunos momentos servir plenamente en ese objetivo oscuro y agobiante –ese primer plano con gran angular que permitirá a Beryl descubrir la naturaleza enfermiza del que muy pronto será su asesino, los angulares con que son filmados los pavorosos y nerviosos últimos instantes de vida de Timothy antes de ser ahorcado-.



Con todo ello, con esa permanente y dura ironía al aparentemente civilizado comportamiento británico –cuyo mayor sarcasmo se encierra en el rótulo final que indica que el inocente Timothy fue finalmente enterrado en tierra sagrada.




Judy Collins - The Ballad Of Tim Evans

3 comentarios:

Natàlia Tàrraco dijo...

Spok, me acuerdo, me quedó la presencia como anodina, insignificante, gris de Attenborough, asumiendo magistralmente el papel del monstruo meticuloso, camaleónico, el ciudadano medio en la Inglaterra opaca y mezquina de la época. Hurt se entrega a ser la victima propiciatoria y desquiciada, el sistema judicial lo aplasta sin piedad y sin inmutarse. Con este film, Fleischer, maestro injustamente ignorado, nos mete en una situación real describiéndola con sobriedad estremecedora, elegantemente horrendo, conmovedor hasta el asco y la tristeza. Aplaudo todo lo que dices, existen secuencias casi insoportables como los momentos últimos de Timothy.
Aquello sucedió de verdad, Fleischer como creador nos lo cuenta a su manera, inolvidable.

Para refrescarme un poco me zambullo en un fiordo, soplo el cuerno y viajo con Toni y Kirk, a la vital, fresca, aventura vikinga. !Qué grande Fleischer!
Besitooos Spok amigo.

spok dijo...

Casualidad, yo también me he echado a la mar con Toni y Kirk, y he navegado por los procelosos mares de Escandinavia, luego de haber descendido a las lóbregas entrañas de un complejo cerebro, para vérmelas codo con codo contra el hombre verde, el acariciador de cuellos (otra vez Toni, magistral Toni), tienes toda la razón, !Qué grande Fleischer!
Besos y salu2.

elena clásica dijo...

Menuda película, Spok. Se queda grabada en el recuerdo con la certeza de los horrores de la vida que acechan al ser humano: la psicopatía, la pena de muerte que se ha aplicado injustamente en, por desgracia, bastantes ocasiones, la inocencia de personas bandeadas por personas desquiciadas o sin escrúpulos.
Nunca olvidaré el asesinato de la mujer y de la niña, de las que acusan al marido y de su gesto de horror por haberlas perdido y ser acusado, del llanto de Christie. De la condena de un inocente y su ejecución en la cárcel y sobre todo de la prohibición de que fuera enterrado en un camposanto con oficio religioso. ¡Qué terribles sucesos! Escalofriante final el de la familia y el de las víctimas anteriores.

Los actores, sencillamente magistrales.

Grande Fleischer, grandiosa película tanto como terrible la condición humana de la que da cuenta.

Espero ansiosamente la entrega de "El estrangulador de Boston".

Besazos, querido Spok.